4 horas al exterior

“Me despedí de mi esposa y de mis hijos como si saliera de casa a hacer un pendiente cualquiera, pero en realidad me sentía algo inquieto y tenso, como un niño pequeño al que sus amigos obligaron a hacer una travesura”.

Para los que nos quedamos en casa en la contingencia sanitaria, el tiempo toma un significado diferente a cada instante. La verdad es que la primera semana sin salir a la calle o verle siquiera la cara al vecino de enfrente, fue como un “grato regalo” de desconexión que después de todo necesitaba desde hacía tiempo.

Sin embargo, pasadas dos, tres, cuatro, cinco y hasta seis semanas de encierro, lo que sucedía “allá afuera” resultaba cada vez más confuso, sin importar si llegaba por medio de diarios en línea, noticias en TV, o las (repetitivas) conferencias de salud nocturnas. Lo cierto es que el Covid-19 seguía sin dar tregua en diversas partes del mundo, mientras mi realidad se limitaba a aparecer como una copia fotostática del día anterior.

Pero no hay reclusión que sea eterna. Al día 63 de cautiverio absoluto, de pronto me vi con cubrebocas, gel, cámara, cartera y llaves del auto en mano.

Eran las 8:15 de la mañana de un martes y Waze marcaba dos horas y cinco minutos de camino.
Ruta: Supervía Poniente hasta San Felipe del Progreso, Estado de México.
Misión:
luego les cuento.
Primera impresión al salir al mundo:
desconcierto.

Empezar a alejarme de mi “zona segura” no fue complicado. Lo difícil (y extraño) fue convencerme de que no era domingo. La avenida prácticamente vacía y un pequeño grupo de ciclistas rodando al extremo derecho de la calle, trajeron a mi mente preguntas tan obvias como inverosímiles: ¿en qué momento la cotidianidad dio un giro de 180 grados?

¿Cuándo fue que esa noticia asiática, tan local y lejana, traspasó fronteras, continentes, y se adueño de todo? ¿Acaso los deseos de Año Nuevo solo fueron una mala broma? Cuando me di cuenta, aceleré a fondo y, en segundos, pasé de la confusión a una encantadora sensación de libertad. Después, la realidad, sin prisa, se fue adueñando del trayecto; y de mi experiencia también.